marzo 17, 2023
Antonio Martínez
La fábula del Híper y el Chini
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Albox, dos amigos inseparables, Chini e Híper. A pesar de ser polos opuestos en personalidad y habilidades, compartían un gran amor por el fútbol. Chini era un deportista nato, pero su engreimiento le restaba simpatía. Híper, en cambio, era patoso y torpe, pero tenía un corazón de oro y siempre se ganaba el cariño de todos.
Un día, en el club de fútbol de veteranos "Orgullo Albojense", se organizó un torneo para recaudar fondos para la comunidad. Chini e Híper, siempre dispuestos a participar en cualquier evento futbolístico, se unieron al equipo de su pueblo.
El día del torneo, Chini no paraba de presumir de sus habilidades ante Híper y sus compañeros, asegurando que sería él quien marcaría todos los goles y que, gracias a él, el equipo se llevaría la victoria. Híper, por otro lado, simplemente sonreía y asentía con humildad, sabiendo que su función era más de apoyo que de protagonista.
Comenzó el torneo, y a medida que avanzaban los partidos, Chini demostraba su habilidad en el campo, anotando goles y realizando jugadas espectaculares. Híper, aunque patoso, se esforzaba al máximo y se desvivía por ayudar a sus compañeros. La grada, al ver el esfuerzo de Híper, comenzó a corear su nombre, mientras que los aplausos para Chini eran cada vez más escasos.
Llegó la final del torneo y el Orgullo Albojense se enfrentaba al equipo rival más temido. Los nervios estaban a flor de piel y Chini no paraba de repetir que sería él quien llevaría al equipo a la victoria. Pero en un giro inesperado del destino, Chini recibió una tarjeta amarilla por una falta cometida en su afán de lucirse. Ahora estaba bajo la amenaza de ser expulsado si cometía otra falta.
El marcador estaba igualado y quedaban apenas cinco minutos para el final del partido. Entonces, sucedió lo impensable: el árbitro pitó un penalti a favor del Orgullo Albojense. Todos los ojos se dirigieron hacia Chini, esperando que asumiera la responsabilidad de marcar el gol de la victoria. Pero Chini, temeroso de fallar y quedar en ridículo, se negó a tirar el penalti.
Fue entonces cuando Híper dio un paso al frente. A pesar de su torpeza, estaba dispuesto a arriesgarse por el bien del equipo. Chini miró a Híper con incredulidad y sus compañeros con preocupación. Híper, con una sonrisa nerviosa, se colocó frente al balón.
El silencio se apoderó del estadio mientras Híper tomaba carrerilla. Lanzó el penalti y, para sorpresa de todos, el balón entró en la portería, rozando el poste, ¡gol! El estadio estalló en vítores y aplausos, y los compañeros de Híper lo alzaron en hombros como el héroe del día. Chini, sorprendido y algo avergonzado, se dio cuenta de que había subestimado a su amigo.
El Orgullo Albojense había ganado el torneo gracias al gol de Híper, y la comunidad se beneficiaría de los fondos recaudados. Esa noche, durante la celebración, Chini se acercó a Híper y le ofreció una disculpa sincera. Había aprendido una valiosa lección: el talento no lo es todo, y la humildad y el trabajo en equipo son fundamentales para alcanzar el éxito.
Híper, siempre amable y comprensivo, aceptó las disculpas de su amigo y le aseguró que todos tienen algo que aportar en un equipo, incluso alguien tan patoso como él. Chini asintió, y ambos compartieron una risa, fortaleciendo aún más su amistad.
A partir de ese día, Chini dejó de ser tan engreído y empezó a valorar a sus compañeros de equipo, mientras que Híper, aunque seguía siendo patoso, ganaba cada vez más confianza en sí mismo y mejoraba en el campo. Juntos, se convirtieron en el alma del Orgullo Albojense, y el equipo no solo siguió cosechando éxitos, sino que se convirtió en un ejemplo de amistad, humildad y trabajo en equipo para todo el pueblo.
Y así, en el pequeño pueblo, dos amigos que eran polos opuestos demostraron que, cuando se unen y se apoyan mutuamente, pueden lograr grandes cosas, tanto dentro como fuera del campo de fútbol. Y aunque sus habilidades y personalidades eran diferentes, la amistad entre Chini e Híper se mantuvo firme y siempre fue motivo de risas y alegrías para todos los que los rodeaban.