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Hoy nos ha dejado Sebastián Moyano, y con él se va una parte fundamental de la historia del comercio en Almería.
Duele escribirlo. Porque Sebastián no era solo el alma de Cealsa, de las tiendas TodoBa o de ElectroDirecto. Para muchos de nosotros, era familia. Era un hombre de palabra, de los que ya no quedan. Un trabajador incansable, un vendedor como pocos, un caballero con un carisma arrollador. Era capaz de colocarle hielo a un esquimal, y además hacerle sentir afortunado por llevárselo. Esa clase, esa seguridad, esa energía… no se aprenden. Se tienen. Y Sebastián las tenía todas.
En mi negocio, cuando yo llegué a la empresa hace ya 25 años, los electrodomésticos solo se compraban en su almacén. Era la referencia, él nos enseñó a venderlos. Recuerdo perfectamente cómo cada semana mi padre pagaba un millón de pesetas según lo que íbamos debiendo. Porque sabíamos que con Sebastián no había fallo. Si alguna vez surgía un problema, bastaba con descolgar el teléfono. Lo cogía él mismo. Te escuchaba. Y lo solucionaba, aunque a él le costara dinero. Así era.
Amaba el trabajo con una intensidad desbordante. Nunca dejó de estar al pie del cañón. Fundó ElectroDirecto después de que varias personas en las que confió dentro del sector le fallaran de la peor manera. Le dieron muchas puñaladas, y aun así siguió luchando, con más fuerza, con más entereza. Lo dejó todo por su empresa. Trabajaba porque le apasionaba. Porque no sabía hacerlo de otra forma.
Fue vicepresidente de la UD Almería, y su amor por el fútbol era tan grande como su capacidad de hablar sin pelos en la lengua. Recuerdo que una vez le pregunté si era verdad aquel rumor de que el Almería había comprado un partido al Madrid. Y me dijo que él mismo había contado los billetes y los llevó de madrugada a la Ciudad Deportiva. Así, sin rodeos. Porque Sebastián era de verdad. Para bien y para mal. Y por eso lo queríamos tanto.
Hace años, cuando los mayoristas organizaban viajes de lujo, Sebastián llevó a mis padres a Brasil. Eran otros tiempos. Recuerdo perfectamente que los que más le adulaban entonces fueron los que después le traicionaron, dejándole deudas de más de uno o dos millones de euros. Y, sin embargo, él seguía. Con su empresa. Con su gente. Al teléfono. Cerrando tratos. A veces, él mismo respondía las llamadas al fijo de ElectroDirecto.
En sus últimos años, fichó a David, un comercial con el que tenía amistad desde hacía más de 30 años, y con el que le gustaba salir a visitar a los clientes de toda la vida. Clientes que ya éramos amigos. Personas como yo, que hoy hemos recibido la noticia con un nudo en la garganta. Ha sido David quien me ha llamado, entre lágrimas, para decirme que el jefe se ha ido.
Yo sabía que Sebastián nunca me iba a engañar. Tenía sus defectos, como todos, y quizá el más grande fue fiarse tanto de la gente. Pero eso también decía mucho de él. Sebastián era un hombre íntegro. Leal. De los que se remangan cuando hay que trabajar. Fue presidente de SEGESA, uno de los grupos de compra más importantes de este país. Llegó a tener un conglomerado empresarial que vendía hasta en Canarias.
El viernes estuve hablando con él sobre unos aires acondicionados. Y, como siempre, se ofreció a traerlos él mismo si hacía falta. A sus años. Con su energía. Con sus ganas de seguir empujando. Eso era Sebastián.
Hoy estoy triste. Tristísimo. Pero necesitaba escribir esto. Porque se va un gigante.
Gracias por todo, Sebastián.
Descansa en paz.
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